Tesoros del pasado que renacen: Croquetas de…
Hace unos años, trabajé en un periódico de periodicidad semanal especializado en el ámbito de la integración de la inmigración en España. Se llamaba Sí, Se Puede.
(Y como seguro que lo estás pensando, lo aclaro: este periódico nació varios años antes de que Barack Obama convirtiese en 2008 esa misma frase en inglés en su inolvidable eslogan de campaña (Yes, We Can) y también antes de que, hace varios años, esta misma combinación de palabras se convirtiese en España en uno de los eslóganes del movimiento antidesahucios, del 15-M después y posteriormente del partido político Podemos).
Bueno a lo que iba…
Trabajé en la edición de Catalunya de Sí (como solíamos escribir en los textos) durante dos años. Y cubría la realidad de la inmigración, principalmente en Barcelona. Pero, al igual que ocurrió con muchos medios de comunicación pequeños, Sí, Se Puede desapareció con la crisis en 2012.
Una pena, la verdad. Éramos un fantástico equipo de redacción liderado por Gonzalo, en la que me sentí muy cómoda desde el primer minuto. Aún a día de hoy, sigo teniendo muy presente todo lo que hice en aquella época de mi carrera profesional (los que habéis navegado por mi Portfolio habréis visto algunos de los trabajos que realicé en esa época).
Pero, dejando a un lado la nostalgia…
En la última etapa del periódico, cada uno de los periodistas teníamos un blog en la página web del periódico. Y eso es precisamente de lo que quería hablar hoy.
Adentrándome en mi caótico archivo (básicamente varios discos duros externos en los que resulta imposible no perderse y encontrar un orden lógico) para preparar los contenidos de la página web, di con algunos de los textos de ese blog. No están todos, pero afortunadamente mi manía de no escribir directamente en las plataformas online, me recompensa ahora con este tesoro.
Mi blog se llamaba Croquetas de… y no, no era un blog gastronómico. Pero quizás, la mejor forma de explicar en qué consistía es viajando al pasado, y recuperando el primer texto que publiqué entonces (no me acuerdo de la fecha exacta de publicación, y desgraciadamente no hay forma de comprobarlo. Sin embargo, a modo de referencia, el documento Word en el que lo escribí, lo cree el 14 de septiembre de 2010).
Croquetas de…. Bienvenida
Seguramente el título del blog, habrá causado cierta confusión a más de uno. Pero no, no os preocupéis, no tengo intención de hablar de recetas de cocina.
Y sí, tiene una explicación:
A aquéllos que me conocen no les sorprenderá el nombre. Incluso habrán esbozado una sonrisa en su rostro, porque saben cómo me gustan estas sencillas pero exquisitas delicias gastronómicas. Pero más allá de mis gustos gastronómicos…
Este fin de semana sentí la imperiosa necesidad de hacer croquetas. Mientras mezclaba pacientemente los ingredientes, mi cabeza seguía dando vueltas a la idea de participar más activamente en el blog de Sí. Lentamente la bechamel hervía a borbotones, como me enseñó en su día mi abuela… Y mientras el casero olor envolvía mi cocina, casi sin darme cuenta, vi claro que ambas cosas ligaban a la perfección. ¡Claro, grité!
La croqueta es según la RAE una “porción de masa hecha con un picadillo de jamón, carne, pescado, huevo, etc., que, ligado con besamel (aunque yo prefiero usar bechamel), se reboza en huevo y pan rallado y se fríe en aceite abundante. Suele tener forma redonda u ovalada”. Es pues, un alimento que admite indefinidas combinaciones. Como también lo es la actualidad política, económica, social o cultural.
Aunque el tamaño de una croqueta también varía, al igual que su forma, son todas ellas diferentes entre sí. Dejando volar la imaginación, si creamos una alegoría entre una fuente llena de croquetas y la sociedad, podríamos encontrar muchas similitudes.
Probad, probad… ¡No las croquetas, la alegoría! ¡A mí se me ocurren muchísimas!
Todas iguales, pero distintas. Todas únicas, pero comparten más de lo que creen. Todas con la misma base. Unas más pequeñas o más grandes, otras más redondas, otras más alargadas. Vegetarianas, con pescado o con carne. E incluso hay quien se atreve con las dulces. Algunas caseras, otras industriales. Importadas o exportadas (dicen que sus orígenes son franceses, aunque los españoles se niegan a ceder el honor de su creación).
Pocas son las personas a las que no les gustan. Da igual su cultura, su nacionalidad o su religión. Traspasan fronteras. Físicas y mentales.
Son aptas para comer en cualquier ocasión: En el menú diario, como plato único, como plato combinado o como complemento de un primero o de un segundo. Como comida rápida, de camino a algún sitio, o en la barra de cualquier bar. Acompañadas de otras tapas, en compañía de amigos o familia. Y en menús de grandes celebraciones. Basta con cambiar el relleno y convertir el pollo que sobró del día anterior en algo más de gala, ¿qué tal salmón, caviar o marisco?
Puedes comer solo una, o dos, o saciarte hasta reventar. A mediodía, a media tarde, por la noche y ¿quién no se ha comido una croqueta para desayunar? Sí, de esas que sobraron del día anterior y que aunque su crujiente corteza ya pasó a mejor vida, su sabor sigue siendo igual o más intenso.
Todo esto pasaba por mi cabeza, mientras la sartén continuaba en pleno apogeo borboteante. Apagué el fuego y me di cuenta que, en esta ocasión, había cocinado más que unas croquetas.
Y así nació este espacio que analizará pequeñas delicias de actualidad, de cotidianidad, de anécdotas y de… lo que se tercie… porque como las croquetas, admitirá de todo.
¡Buen provecho!
Y pensarás: “Sí, muy bien. Pero, ¿a qué viene todo esto ahora?”
Pues muy sencillo: tras releer todas las entradas que semanalmente iba publicando en ese espacio y que tengo guardadas, me han entrado unas ganas locas de continuar con esa aventura.
Y, como ya avisé que Elenapl.net sería un espacio sin etiquetas, sin ataduras, sin límites…
¡Qué mejor momento y espacio que éste para hacerlo!
Por eso, desde hoy, en este blog habrá una sección titulada Croquetas de… Espero que en esta segunda vida pueda crecer más de lo que lo hizo en su primera…
Y lo dicho hace unos años, vuelve a repetirse ahora:
¡Buen Provecho!