Descubriendo el sijismo

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Un turbante y largas barbas son, a primera vista, su seña de identidad. Originarios de Punyab en India, el sijismo en Catalunya ha crecido mucho en los últimos años hasta alcanzar los 14.000. Gagan Deep Singh es un joven de 24 años, comprometido con su comunidad y con su religión,  que reside en Badalona desde 2007. Trabaja como mediador cultural en el ayuntamiento de la ciudad y su deseo es que la sociedad catalana conozca más profundamente su credo y su cultura. Gagan invita a Sí al Gurdwara, su templo, del Raval. Nos adentramos en el sijismo, una religión aún desconocida en España.

 

La puerta del Gurdwara, si no fuera por el cartel que preside la entrada, podría parecer un comercio cualquiera del multicultural barrio barcelonés. Atravesarla implica adentrarse en un nuevo mundo. Tras descalzarse, lavarse pies y manos, y cubrirse la cabeza con un pañuelo naranja, se entra en una fresca, amplia y alfombrada estancia. Al fondo está el Palki o altar, presidido por el Guru Granth Sahib, el libro sagrado.

 

«No es sólo un libro. Para nosostros lo es todo. Es un gurú perpetuo», explica Gagan tras haber presentado sus respetos en el altar, rodeándolo y arrodillándose frente a él.

 

El sijismo nació en India en 1469. La doctrina básica de esta religión, que cuenta con cerca de 22 millones de fieles, consiste en la creencia en un único Dios y en las enseñanzas de los diez gurús, recogidas en el libro santo.

 

El sijismo, una religión aún por descubrir. La profesan 22 millones de personas en el mundo, pero en España su presencia es muy reciente.

 

Sus fieles creen en la reencarnación ya que consideran que los diez gurús comparten el mismo espíritu. Esta religión rechaza la idolatría y el ascetismo. Reconoce la igualdad de géneros y religiones y prohíbe el consumo de cualquier intoxicante, incluido el tabaco. Además, promueve la vida honesta.

 

Como rechazo al sistema de castas, tradicional en India, el décimo gurú decidió eliminarlo y les dio un mismo apellido. «En el caso de los hombres es Singh, que significa león, y en el de las mujeres, Kaur, que significa princesa», explica Gagan.

 

La razón principal de la existencia del Gurdwara es, aparte del culto en sí, la necesidad de tener un lugar apropiado para guardar el libro santo. El día en que Sí lo visita, ha abandonado sus aposentos en la planta superior porque, durante 48 horas continuadas, los Granthi -sacerdotes- leerán cantando sus 1.430 páginas. También sirve de punto de encuentro para la comunidad. Los más pequeños, aprovechando las vacaciones escolares, acuden a diario para aprender punyabí, su lengua materna, y acercarse a las escrituras sagradas. Sentados en línea, leen con dificultad las páginas de sus diminutos ejemplares. El Granthi corrige con paciencia y constancia los errores de los chicos.

 

El sijismo abre sus templos (Gurdwara) a todo el mundo

El sijismo reconoce la existencia de la misma luz celestial en cada ser humano, rico o pobre, independientemente del credo, el color, la raza, el sexo, la religión o la nacionalidad. Por eso «cualquier persona de cualquier religión, sin ningún tipo de discriminación social o sexual, es bienvenida a la Gurdwara», asegura Gagan antes de explicar que ésa es la razón por la que el principal templo sij ubicado en Punyab, el Templo Dorado, tiene cuatro entradas.

 

«El mundo tiene cuatro puntos cardinales y las puertas del Templo Dorado representan estos puntos, y quiere decir que cualquier persona del mundo, venga de donde venga, puede entrar allí», cuenta Gagan.

 

Además, estos centros de culto, cómo símbolo de compasión con la humanidad, tienen una peculiaridad. «Allí siempre hay comida y se sirve las 24 horas del día a cualquiera que entre y lo solicite. No podemos negarnos», aclara Gagan.

 

Y es cierto. Mientras el sacerdote sigue leyendo las escrituras de los gurús, dos manteles han cubierto parte de la alfombra del templo. Los más pequeños, que han interrumpido ya sus lecturas, toman podesión sentados a ambos lados del mantel. Unas bandejas de aluminio y unos largos vasos del mismo material se llenan en cuestión de minutos de comida y de agua. Con una cuchara como único cubierto, niños y adultos degustan en silencio la apetecible pitanza. «Como somos lactovegetarianos y no comemos carne, pescado, ni huevos, no necesitamos más que una cuchara», aclara Gagan.

 

«Tenemos la obligación de dar el 10% de nuestro sueldo y de nuestro tiempo a la religión. En India solemos ir a diario a la Gurdwara, pero aquí la gente, por los trabajos y porque quizás queden más lejos de sus casas, no pueden ir con tanta frecuencia. Los domingos suele ser el día que más gente acude», explica.

 

La rutina diaria de los sijs está muy marcada por su religión. «Nos levantamos antes de amanecer, nos duchamos y hacemos una hora de meditación. Cuando volvemos de trabajar, nos volvemos a duchar y oramos. Y por la noche, cenamos y oramos antes de acostarnos», asegura este joven antes de bromear con la temperatura del agua: «Es costumbre ducharnos con agua fría, pero aquí es demasiado fría. En India, no se por qué, no es tan helada».

 

Las cinco KAS

Aunque no todos los sijs llevan turbante, denominado por ellos Kesh, muchos de ellos deciden hacerlo. El uso de esta prenda está ligado a que los sij nunca en sus vidas se cortan el pelo. Tampoco la barba. Por lo tanto, el turbante cubre sus cabellos tras una cuidada ceremonia diaria.

 

Además del turbante, aquéllos que por decisión personal, deciden ser bautizados y así convertirse en Kalsha, tendrán que llevar consigo otros cuatro objetos y lo harán «hasta la última respiración de su vida. Se pueden cambiar, pero no soltarlos. Nunca, incluso cuando duermen», asegura Gagan.

 

Estos cuatro objetos son: un Kanga o peine de madera que normalmente ocultan bajo el turbante y que «sirve para peinarse»; una Kara o pulsera de acero, «normalmente en la mano derecha para recordar que no deben hacer cosas malas, como robar»; una Kachhehra o calzoncillo de algodón, «para evitar tentaciones carnales», y un Kirka o daga, «como símbolo de defensa, dignidad y para recordar que tienes que ayudar a los más débiles», explica.

 

Reportaje publicado en Sí, Se Puede, en la edición de 11-17 septiembre 2010.