Prepara la cena con música de fondo. Mientras la lubina está en el horno, se mete al baño. Se ducha. Se viste. Aún tiene tiempo. Descorcha una botella de vino blanco, pone el ramo de flores en la mesa y enciende la vela. Todo está preparado cuando suena el timbre.
Se abrazan y besan, beben vino, hablan, ríen, comen. La vela ilumina las flores, intensificando su color.
La fragilidad de la llama baila al ritmo de sus gestos e ilumina sus ojos, sus labios…
La calidez de la luz engrandece el brillo de lo mágico.
La música continúa sonando de fondo.
Se sientan en el sofá y siguen hablando. Ríen. Se acarician. Se besan. Se sonríen.
Una lágrima recorre sin previo aviso su mejilla.
No quiere estropear el hechizo.
Con disimulo, seca con su lengua la lágrima a la altura de sus labios.
Y se deja llevar…
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Un leve soplido apaga la llama de la vela.
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Ha pasado mucho tiempo desde ese soplido.
Ese soplido que permanece imborrable.
Ese soplido que acariciará para siempre esa vela, esas flores ya secas pero bellas, esa historia, esa vida.
Ese soplido sin final.
* Las FOTOGRAFICCIONES son una combinación de fotografías + relatos de ficción, y por tanto los protagonistas de las fotografías no son los protagonistas de los relatos.