Despedir improvisadamente el ya viejo año y recibir el nuevo ante la inmensidad del mar ha sido un gran acierto. Mirar al horizonte del nuevo año ante el océano abierto, salvaje y caótico, a la vez que ordenado, rítmico y predecible, permite meditar con un positivismo imperturbable todo lo que 2016 ha traído y todo lo que 2017 deparará.
Para bien o para mal, soy muy friki con las tildes. No puedo evitarlo. Incluso en WhatsApp escribo con ellas. Y seguramente sea ésta la razón por la que siempre me ha inquietado escribir «sólo» sin tilde. Bueno no siempre, únicamente desde que la RAE impuso esta recomendación en 2010. Hace poco más de un año esto cambió, porque como tantos otros, conscientemente me negué a no tildarla más.
Creo que hay dos tipos de lectores: los que, cuando comienzan a leer un libro, no lo dejan hasta llegar a la última línea, sin importar si les gusta o no. O los que, cuando empiezan a leer, si no sienten que los libros les atrapan, lo abandonan sin terminarlo.
Internet ofrece un sinfín de casualidades cronólogicas que unidas crean realidades, contextualizaciones e hilos narrativos con un sentido que, de no existir esas casualidades temporales entre un enlace y otro, serían imposibles de imaginar.
Cada vez somos más los que pensamos que el sistema educativo actual está desfasado y que necesita un cambio.
Ensimismados en nuestro trabajo, a menudo los fotógrafos olvidamos lo que implica para las personas que fotografiamos la invasión de su intimidad con nuestras cámaras.
“Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de los momentos importantes” escribía el fotógrafo Miguel Ángel Morenatti en Twitter. La fotografía que acompaña este tweet lo dice todo y sobran las palabras, sin embargo, la reflexión del fotógrafo es algo que, quizás por deformación profesional, a menudo me planteo.
Es curioso cómo algunas personas tienden a recordar mejor que otras los nombres de personas, de lugares, de calles… Conozco gente que en una fiesta o evento, en la que hay multitudes, no tendrán problemas para recordar los nombres de todas las personas con las que hablaron. Y eso se repite en el resto de días de su vida, por lo que imagino que sus agendas mentales están repletas.
Hay trabajos fotográficos que, aunque están inmensamente alejados del tipo de fotografía que yo hago, me inspiran y me transmiten tanto que sencillamente no me canso de verlos. Es el caso del trabajo de la fotógrafa finlandesa Aino Kannisto que pertenece a la Helsinki School y mi primer contacto con su trabajo fue en una exposición en el Stenersen Museet de Oslo hace ya varios años.