En nuestra geografía hay tantos pueblos bonitos que, cuando el destino te sorprende en uno con una belleza menos imponente, puede parecer hasta chocante.
Hay objetos que siempre están vinculados a recuerdos. Y esos recuerdos te llevan de la mano a personas. En un viaje mágico. En un vínculo entrañable.
– Mamá, ¿qué haces?
– Ver pasar.
– ¿Ver pasar?
– Sí. Sólo tienes que mirar. Mirar hacia el mar y ver pasar. ¿Quieres sentarte conmigo y ver pasar también?
– ¡Vale!
Buscar la perspectiva de las cosas es básico. Esencial. Fundamental. No sólo para fotografiar algo o a alguien, sino sencillamente para vivir.
Esos días de rocas y viento. De pronunciadas orillas. De agua salada. De fina arena. De castillos y olas.
El caso es que llevo unos días relamiéndome frente a mi pantalla del ordenador. Y antes de eso, tras mi cámara. Porque por suerte, estas delicias crujientes por fuera y cremosas por dentro son uno de los platos estrellas del restaurante de un cliente para el que he estado haciendo estos días unas fotografías gastronómicas, y claro, las croquetas han sido también las protagonistas de algunas de mis fotos…
Hay recuerdos de la infancia que permanecerán por siempre inalterables. Hay personas, lugares, momentos, objetos, olores, sonidos… que te acompañan allá donde vayas, sin importar el paso del tiempo, ignorando nuevas vivencias y realidades, porque ocupan un lugar privilegiado en tu memoria, en tu ser.
Sabemos que es lo normal. Podar para que así árboles, plantas y flores crezcan con más vigor y fuerza. Pero, ¡cómo impone hacerlo! Meter tijera en frondosas ramas, no es fácil. Al menos para nosotros, urbanitas sin grandes dotes para el cultivo. Después de mucho dudarlo, el limonero que preside nuestra terraza se ha visto reducido a peladas ramas.
Mi padre es administrador de fincas, lo que ha hecho que desde pequeña haya podido conocer de primera mano los intríngulis de esta profesión, y de muchas de sus realidades asociadas: comunidad y escalera de vecinos, conflictos vecinales, problemas de impagos en las comunidades…
Es curioso que esté escribiendo esto tecleando en el ordenador, pero hoy quiero lanzar un alegato a favor de escribir a mano porque creo que menospreciamos la fuerza desgarradora que tiene hacerlo. Sí, escribir con un bolígrafo sobre un papel, ¿te acuerdas?