Ensimismados en nuestro trabajo, a menudo los fotógrafos olvidamos lo que implica para las personas que fotografiamos la invasión de su intimidad con nuestras cámaras.
“Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de los momentos importantes” escribía el fotógrafo Miguel Ángel Morenatti en Twitter. La fotografía que acompaña este tweet lo dice todo y sobran las palabras, sin embargo, la reflexión del fotógrafo es algo que, quizás por deformación profesional, a menudo me planteo.
Es curioso cómo algunas personas tienden a recordar mejor que otras los nombres de personas, de lugares, de calles… Conozco gente que en una fiesta o evento, en la que hay multitudes, no tendrán problemas para recordar los nombres de todas las personas con las que hablaron. Y eso se repite en el resto de días de su vida, por lo que imagino que sus agendas mentales están repletas.
Hay trabajos fotográficos que, aunque están inmensamente alejados del tipo de fotografía que yo hago, me inspiran y me transmiten tanto que sencillamente no me canso de verlos. Es el caso del trabajo de la fotógrafa finlandesa Aino Kannisto que pertenece a la Helsinki School y mi primer contacto con su trabajo fue en una exposición en el Stenersen Museet de Oslo hace ya varios años.