En nuestra geografía hay tantos pueblos bonitos que, cuando el destino te sorprende en uno con una belleza menos imponente, puede parecer hasta chocante.
Hay objetos que siempre están vinculados a recuerdos. Y esos recuerdos te llevan de la mano a personas. En un viaje mágico. En un vínculo entrañable.
– Mamá, ¿qué haces?
– Ver pasar.
– ¿Ver pasar?
– Sí. Sólo tienes que mirar. Mirar hacia el mar y ver pasar. ¿Quieres sentarte conmigo y ver pasar también?
– ¡Vale!
Buscar la perspectiva de las cosas es básico. Esencial. Fundamental. No sólo para fotografiar algo o a alguien, sino sencillamente para vivir.
Esos días de rocas y viento. De pronunciadas orillas. De agua salada. De fina arena. De castillos y olas.
El caso es que llevo unos días relamiéndome frente a mi pantalla del ordenador. Y antes de eso, tras mi cámara. Porque por suerte, estas delicias crujientes por fuera y cremosas por dentro son uno de los platos estrellas del restaurante de un cliente para el que he estado haciendo estos días unas fotografías gastronómicas, y claro, las croquetas han sido también las protagonistas de algunas de mis fotos…